¡Ojalá mi joven vida fuera un sueño duradero!
y mi espíritu durmiera hasta que el rayo certero
de una eternidad anunciara el nuevo día.
¡Sí! Aunque el largo sueño fuera de agonía
siempre sería mejor que estar despierto
para quien tuvo, desde el nacimiento
en esta dulce tierra, el corazón
prisionero del caos de la pasión.
Mas si ese sueño persistiera eternamente
como los sueños infantiles en mi mente
solían persistir, si eso ocurriera,
sería ridículo esperar una quimera.
Porque he soñado que el sol resplandecía
en el cielo estival, lleno de luz bravía
y de belleza, y mi corazón he paseado
por climas remotos e inventados,
junto a seres imaginarios, sólo previstos
por mí... ¿Qué más podría haber visto?
Pero una vez, una única vez -y ya no olvidaré
aquel bárbaro momento- un poder o no sé qué
hechizo me ciñó, o fue que el viento helado
sopló de noche y al marchar dejó grabado
en mi espíritu su rastro, o fue la luna
que brilló en mis sueños con especial fortuna
y frialdad, o las estrellas... en cualquier caso
el sueño fue como ese viento: démosle paso.
Yo he sido feliz, pues, aunque el sistema
fuera un sueño. Fui feliz, y adoro el tema:
¡sueños! Tanto por su intenso colorido
como por ese efímero, brumoso parecido
que oponen a lo real, y porque al ojo delirante
ofrecen cosas más bellas y abundantes
del paraíso y del amor -¡y todas nuestras!-
que la esperanza joven en sus mejores muestras.
EDGAR ALLAN POE
Hoy, 17 de Octubre de 2010. Acabo de de crear éste blog en la más absoluta soledad. Mi intención no es otra que compartirla o hacer que desaparezca. Necesito vuestra ayuda. No tengo ni idea de como empezar. Estoy solo. Dónde estáis?
domingo, 28 de noviembre de 2010
AL CONOCIMIENTO....
AL CONOCIMIENTO ....
Al conocimiento de sí propio
Su pobre origen olvidó este río
y en anchos vados espumoso espanta
al que, armado de robles, se levanta,
valiente monte, a contrastar su brío.
Pasa con inconstante señorío,
en sus ondas ufano, y adelanta
al ancho mar la irrevocable planta.
¡Oh tres y cuatro veces desdichada
miseria humana, que soberbia puedes
disimularte en sombra lisonjera!
Hombre, hijo de la tierra y de la nada,
¿cómo, yendo a la muerte, te concedes
olvido vil de tu nación primera?
PEDRO DE ESPINOSA
Al conocimiento de sí propio
Su pobre origen olvidó este río
y en anchos vados espumoso espanta
al que, armado de robles, se levanta,
valiente monte, a contrastar su brío.
Pasa con inconstante señorío,
en sus ondas ufano, y adelanta
al ancho mar la irrevocable planta.
¡Oh tres y cuatro veces desdichada
miseria humana, que soberbia puedes
disimularte en sombra lisonjera!
Hombre, hijo de la tierra y de la nada,
¿cómo, yendo a la muerte, te concedes
olvido vil de tu nación primera?
PEDRO DE ESPINOSA
A LA MUERTE
A LA MUERTE
(“No me llames poeta”, Buenos Aires, 2001.)
I
Muerte,
fatal término, ausencia por siempre.
Sólo el campo yermo que nos recibe,
de su tierra, nuevo abono.
Nunca más la fragancia de la brizna de hierba
ni el arder de encendidos leños;
tampoco la fina llovizna de la ola rompiente
en el rostro de frescura ávido.
II
“Era nuestra madre”, dirán después los hijos
con ternura en los ojos.
El dolor de la ausencia, olvidados objetos
mañana joyas auténticas.
“Ella decía...”, repetirán las frases
antes molestas
a causa de desgano
o ansias de silencio
o sueños de libertad.
Sílabas musicales enhebrarán palabras en recuerdos imperiosos,
desesperación de volver a vivir en el tiempo...
Tarda respuesta a un canto de amor.
“¿Recuerdas aquel gesto?
“¿Y su sonrisa triste?
“¿Y su pensamiento fijo en nosotros?
“¿Sus manos, suavidad de alas rozando nuestros rostros?
“¿El paso quedo junto a nuestro lecho en la alta noche
y el murmullo de plegaria para encomendarnos a Dios?”
III
Poco a poco el ausente
más lejos cada vez en el recuerdo
-que alguien siempre lo reemplaza-;
sus cosas van perdiendo la fragancia que de él se desprendía,
impregnándolas;
la manera de inclinarlas no es la misma
y en el tiempo
va cambiándoselas de sitio.
Cada día su nombre acude menos al labio.
Las lágrimas en manantial ya no brotan;
tan sólo de a una
que se enjuga furtiva.
Hasta que todas secan
agotada la fuente de dolor.
Un velo cubre entonces la imagen en la retina,
la maleza oculta la antes nítida figura en todo paisaje,
visten los ambientes colores de seres distintos
que distraen,
va el alma tras vivencias nuevas.
Y un día
se llora el olvido.
(Tú, Muerte tan temida,
sólo eres un pretexto:
el olvido es más cruel que tu guadaña.)
MARILINA REBORA
(“No me llames poeta”, Buenos Aires, 2001.)
I
Muerte,
fatal término, ausencia por siempre.
Sólo el campo yermo que nos recibe,
de su tierra, nuevo abono.
Nunca más la fragancia de la brizna de hierba
ni el arder de encendidos leños;
tampoco la fina llovizna de la ola rompiente
en el rostro de frescura ávido.
II
“Era nuestra madre”, dirán después los hijos
con ternura en los ojos.
El dolor de la ausencia, olvidados objetos
mañana joyas auténticas.
“Ella decía...”, repetirán las frases
antes molestas
a causa de desgano
o ansias de silencio
o sueños de libertad.
Sílabas musicales enhebrarán palabras en recuerdos imperiosos,
desesperación de volver a vivir en el tiempo...
Tarda respuesta a un canto de amor.
“¿Recuerdas aquel gesto?
“¿Y su sonrisa triste?
“¿Y su pensamiento fijo en nosotros?
“¿Sus manos, suavidad de alas rozando nuestros rostros?
“¿El paso quedo junto a nuestro lecho en la alta noche
y el murmullo de plegaria para encomendarnos a Dios?”
III
Poco a poco el ausente
más lejos cada vez en el recuerdo
-que alguien siempre lo reemplaza-;
sus cosas van perdiendo la fragancia que de él se desprendía,
impregnándolas;
la manera de inclinarlas no es la misma
y en el tiempo
va cambiándoselas de sitio.
Cada día su nombre acude menos al labio.
Las lágrimas en manantial ya no brotan;
tan sólo de a una
que se enjuga furtiva.
Hasta que todas secan
agotada la fuente de dolor.
Un velo cubre entonces la imagen en la retina,
la maleza oculta la antes nítida figura en todo paisaje,
visten los ambientes colores de seres distintos
que distraen,
va el alma tras vivencias nuevas.
Y un día
se llora el olvido.
(Tú, Muerte tan temida,
sólo eres un pretexto:
el olvido es más cruel que tu guadaña.)
MARILINA REBORA
ASI SOY YO(RELATOSCORTOS.COM)
“Corramos un estúpido velo” De esta forma ninguno llegará, ninguno partirá ni ninguno sentirá; sin más y con incertidumbre, un velo que se nutre de pensamientos tan solo, tan solo y nada más que lo que queremos decir. Aquello que sin velo caería al vacío seducido por verdades ocultas tras todo aquello que no hemos sido, aquello que no hemos respirado, aquello que ha sucedido y te ha dado paso a correr otro más estúpido aun. Y siempre velando porque la seducción, aquello mas ansiado, no nazca de entre los colores una vez retirado ese, el tan estúpido desdichado. Tomemos un camino en comunión tras ese velo que ha sido vocablo para poder diferenciar a lo estúpido; para poder cerciorar que algo con sentido hay, que no es estúpido sin más. Con altruismo realicemos ese paso hacia la verdad substancial que es la felicidad de retirar estúpidos velos para no volver a encadenarnos a paralelismos e hipocresías estúpidas sin sentido, que nos hacen ser quien no somos en realidad. J.
viernes, 26 de noviembre de 2010
jueves, 25 de noviembre de 2010
martes, 23 de noviembre de 2010
viernes, 19 de noviembre de 2010
MAS DE LUIS SANCHEZ POLACK.
Efervescencio Trasmusculaciones
Lágrimas me resbalan por las mejillas, al recordar a aquel Santo Varón, llamado don Efervescencio Trasmusculaciones y Perrurrillas de Pensylvania. El era bueno, sufría el sufrir interno. Toda su vida la dedicó a domar gambas y fué muy devoto de San Patricio, el del vino. Sus padres, que eran amantes de la ecología, se oponían al matrimonio con una zorra con la que él mantenia relaciones bajo cuerda. Y su padre, don Amorfo Circunflejo, le decía: "No te cases con esa zorra, que tú lo que quieres es hacerte un abrigo de visón." Y él, que era tenaz e irresoluto, contestaba a su padre: "No, papá, no, papá, no me reprendas, no pienses que en mi voluntad está la maldad. No pienso hacerme un abrigo para mi cuerpo con esa zorra, pues sé que esto es un crimen. Antes al contrario, para que veáis que tengo amor a la bichura, o sea, a los bichos...."
Aquel Efervescencio sacó unas tijeras, se quitó su propia piel, su epidermis, y se la curtió, se la tiñó y confeccionó un precioso abrigo de concejal, para que nunca pudieran decirle por la calle unos gilipollas: "Asesino, asesino." Y aquel santo varón resbaló con unos cascos de una litrona que unos marqueses habían roto en la Plaza Mayor para hacer gracia, y murió, años más tarde, de una indigestión de mollejas.
Santo varón.
Lágrimas me resbalan por las mejillas, al recordar a aquel Santo Varón, llamado don Efervescencio Trasmusculaciones y Perrurrillas de Pensylvania. El era bueno, sufría el sufrir interno. Toda su vida la dedicó a domar gambas y fué muy devoto de San Patricio, el del vino. Sus padres, que eran amantes de la ecología, se oponían al matrimonio con una zorra con la que él mantenia relaciones bajo cuerda. Y su padre, don Amorfo Circunflejo, le decía: "No te cases con esa zorra, que tú lo que quieres es hacerte un abrigo de visón." Y él, que era tenaz e irresoluto, contestaba a su padre: "No, papá, no, papá, no me reprendas, no pienses que en mi voluntad está la maldad. No pienso hacerme un abrigo para mi cuerpo con esa zorra, pues sé que esto es un crimen. Antes al contrario, para que veáis que tengo amor a la bichura, o sea, a los bichos...."
Aquel Efervescencio sacó unas tijeras, se quitó su propia piel, su epidermis, y se la curtió, se la tiñó y confeccionó un precioso abrigo de concejal, para que nunca pudieran decirle por la calle unos gilipollas: "Asesino, asesino." Y aquel santo varón resbaló con unos cascos de una litrona que unos marqueses habían roto en la Plaza Mayor para hacer gracia, y murió, años más tarde, de una indigestión de mollejas.
Santo varón.
LA SEÑORA, EL NIÑO TALLUDITO, OTRA SEÑORA, EL CARAMELITO Y VICEVERSA (Cantares del Mío Tip, 1980)
—¿Quieres un caramelito, guapo?
—Sí, señora...
—Toma guapo... Cómete este caramelito.
—¿Cómo se dice? —le dijo la mamá.
—¿Cómo se dice, qué?
—¿Cómo se dice gracias?
—Gracias, se dice gracias —repuso el niño.
—¡Qué bien educadito lo tiene! ¿Y cuántos añitos tienes? —insistió la señora que anteriormente le había dado el caramelito.
—Dile a esta señora cuántos añitos tienes.
El niño no contestó y bajó la cabeza hasta el suelo.
—Vamos, nene, dile inmediatamente a esta honrada dama cuántos añitos tienes.
El niño seguía callado, sumergido en el más profundo de los silencios sepulcrales. La madre, quitándose la faja, le amonestó por segunda vez:
—Dile ahora mismo a esta señora que te dé otro caramelito y le dices cuántos años tienes.
—Señora, deme otro caramelito y le diré cuántos años tengo.
—Toma riquete, otro caramelo. ¿Quieres éste o lo prefieres de tocino?
—Lo prefiero de bacalao, porque hoy es viernes, día de vigilia.
—¡Qué cosa más rica de niño es este niño! Toma un caramelo de bacalao.
—Muchas gracias, noble dama. Que Dios le conceda mil y pico de mercedes.
—No merezco tanto, hijito.
—Bueno, pues que le conceda mil y pico de citroenes.
—Tampoco eso me merezco. Eso es mucho para mí.
—¡Bueno, pues doscientas bicicletas...!
—Sigue siendo demasiado...
—Pues entonces vaya usted a la mierda.
—Eso ya es otra cosa.
—La señora de los caramelos se marchó y volvió al cabo furriel.
—¡Vengo perdida! ¡Miren cómo me he puesto!
En efecto, venía hecha una pena, completamente rebozada, como si se hubiera revolcado por un estercolero.
—¿Has visto qué obediente es esta señora? —dijo la madre, que era una verdadera santa.
—Sí, madre mía. Esta señora, además de tonta, es muy obediente. Quiero casarme con ella ahora mismo.
—Pero así... de repente... Primero tendrás que decirle cuántos añitos tienes y cómo te llamas. Esta señora no sabe quién eres.
—Además —repuso la otra señora que no era la madre y que todavía seguía oliendo—, no puedes casarte conmigo porque yo soy casada y tengo marido.
—Su marido, ¿es casado? —intervino otra señora que pasaba vendiendo mojama y pizarrines de colores.
—Sí... mi marido también está casado, desgraciadamente.
—¡Vaya un dilema! ¡Pues sí que estamos bien! ¡A ver con quién se casa ahora mi hijo! Porque mi hijo no tiene más remedio que casarse, ya lo están ustedes viendo.
—Si yo supiera de alguien —dijo la vendedora de mojama y pizarrines— se lo diría, pero así de momento...
—¡No, no...! ¡Yo quiero casarme con la señora que se ha hecho del cuerpo. Estoy locamente enamorado de ella.
La madre, angustiada, suplicó:
—¡Cásese con él, por favor se lo pido!
—Pero, y mi marido... ¿qué diría mi marido?
—Su marido no diría nada una vez muerto.
—Pero mi marido no ha muerto, mi marido es perito en la materia y en Burjasot. Mi marido vive.
—No importa, se le puede matar en un momento... Pagándole lo que sea... ¿Le parecen mil quinientas...?
—Eso es poco, tenga en cuenta que mi marido pesa cerca de los noventa kilos...
—¿Dos mil...? ¿Dos mil trescientas?
—¡Vale! Pero, por favor, que no se entere él, porque se llevaría un disgusto tremendo.
—No se preocupe, señora, descuide usted, que no le diremos nada hasta después del óbito.
—¡Muchas gracias, son ustedes muy amables y buenos...! Que Dios les bendiga.
Ignoro cómo habrá terminado esta historia, porque como no sé cómo se llamaba el niño...
LUIS SANCHEZ POLACK.
—Sí, señora...
—Toma guapo... Cómete este caramelito.
—¿Cómo se dice? —le dijo la mamá.
—¿Cómo se dice, qué?
—¿Cómo se dice gracias?
—Gracias, se dice gracias —repuso el niño.
—¡Qué bien educadito lo tiene! ¿Y cuántos añitos tienes? —insistió la señora que anteriormente le había dado el caramelito.
—Dile a esta señora cuántos añitos tienes.
El niño no contestó y bajó la cabeza hasta el suelo.
—Vamos, nene, dile inmediatamente a esta honrada dama cuántos añitos tienes.
El niño seguía callado, sumergido en el más profundo de los silencios sepulcrales. La madre, quitándose la faja, le amonestó por segunda vez:
—Dile ahora mismo a esta señora que te dé otro caramelito y le dices cuántos años tienes.
—Señora, deme otro caramelito y le diré cuántos años tengo.
—Toma riquete, otro caramelo. ¿Quieres éste o lo prefieres de tocino?
—Lo prefiero de bacalao, porque hoy es viernes, día de vigilia.
—¡Qué cosa más rica de niño es este niño! Toma un caramelo de bacalao.
—Muchas gracias, noble dama. Que Dios le conceda mil y pico de mercedes.
—No merezco tanto, hijito.
—Bueno, pues que le conceda mil y pico de citroenes.
—Tampoco eso me merezco. Eso es mucho para mí.
—¡Bueno, pues doscientas bicicletas...!
—Sigue siendo demasiado...
—Pues entonces vaya usted a la mierda.
—Eso ya es otra cosa.
—La señora de los caramelos se marchó y volvió al cabo furriel.
—¡Vengo perdida! ¡Miren cómo me he puesto!
En efecto, venía hecha una pena, completamente rebozada, como si se hubiera revolcado por un estercolero.
—¿Has visto qué obediente es esta señora? —dijo la madre, que era una verdadera santa.
—Sí, madre mía. Esta señora, además de tonta, es muy obediente. Quiero casarme con ella ahora mismo.
—Pero así... de repente... Primero tendrás que decirle cuántos añitos tienes y cómo te llamas. Esta señora no sabe quién eres.
—Además —repuso la otra señora que no era la madre y que todavía seguía oliendo—, no puedes casarte conmigo porque yo soy casada y tengo marido.
—Su marido, ¿es casado? —intervino otra señora que pasaba vendiendo mojama y pizarrines de colores.
—Sí... mi marido también está casado, desgraciadamente.
—¡Vaya un dilema! ¡Pues sí que estamos bien! ¡A ver con quién se casa ahora mi hijo! Porque mi hijo no tiene más remedio que casarse, ya lo están ustedes viendo.
—Si yo supiera de alguien —dijo la vendedora de mojama y pizarrines— se lo diría, pero así de momento...
—¡No, no...! ¡Yo quiero casarme con la señora que se ha hecho del cuerpo. Estoy locamente enamorado de ella.
La madre, angustiada, suplicó:
—¡Cásese con él, por favor se lo pido!
—Pero, y mi marido... ¿qué diría mi marido?
—Su marido no diría nada una vez muerto.
—Pero mi marido no ha muerto, mi marido es perito en la materia y en Burjasot. Mi marido vive.
—No importa, se le puede matar en un momento... Pagándole lo que sea... ¿Le parecen mil quinientas...?
—Eso es poco, tenga en cuenta que mi marido pesa cerca de los noventa kilos...
—¿Dos mil...? ¿Dos mil trescientas?
—¡Vale! Pero, por favor, que no se entere él, porque se llevaría un disgusto tremendo.
—No se preocupe, señora, descuide usted, que no le diremos nada hasta después del óbito.
—¡Muchas gracias, son ustedes muy amables y buenos...! Que Dios les bendiga.
Ignoro cómo habrá terminado esta historia, porque como no sé cómo se llamaba el niño...
LUIS SANCHEZ POLACK.
jueves, 18 de noviembre de 2010
LUIS SANCHEZ POLLACK
SANTOS VARONES
-1-
Desde Monsieur Sanfason Pomme de Terre a don Quicuagésimo Pollaloca y Justimbres.
Un mal día aquella bella criatura, cuando solo contaba 18 meses, cayó dentro del inodoro, y su padre, sin darse cuenta, tiró de la cadena y el niño salió por el desagüe del bidé y exclamó: "¡Je suis très malade!". Y la madre, llena de dolor y llena de caspa, dijo: "Oh mon chéri!. Me parece que este niño va a ser francés".
Uno, que es proclive, llega a la Comunidad Autónoma e inocente, se para en la Puerta del Sol y pregunta ¿Dónde está la puerta?.
La madre que era un lince, se quitó la piel y se hizo un abrigo de piel de Nutria Espert.
Aquel Santo varón fue creciendo y se hizo púber, y se le cayeron los dientes de leche, pero desnatada Pascual, claro.
Le cantaban eso de: "La próstata, la próstata que vino de Polonia por ferrocarril".
Tenía la manía de tocar el stradivarius con una pierna si y otra no.
Y no quería dar su brazo a torcer, porque es doloroso.
Un día cogió una indigestión de algarrobas y le entró una diarrea. Intentaron por todos los medios ponerle tapones de botellas de Castelblanch, pero los expulsaba todos, y mató a varios bodegueros de San Sadurní de Noia, y tuvieron que hacerle la autopsia 15 años antes de su muerte.
Y los padres le instaban: "Mira bien hijo, lo que vas a hacer". Y él: "O anacoreta o el trombón de varas". Y no había quien lo apeara del burro, se cayó, se rompió las moléculas y 50 años más tarde murió de sinsabores. ¡Santo varón, santo varón!.
-1-
Desde Monsieur Sanfason Pomme de Terre a don Quicuagésimo Pollaloca y Justimbres.
Un mal día aquella bella criatura, cuando solo contaba 18 meses, cayó dentro del inodoro, y su padre, sin darse cuenta, tiró de la cadena y el niño salió por el desagüe del bidé y exclamó: "¡Je suis très malade!". Y la madre, llena de dolor y llena de caspa, dijo: "Oh mon chéri!. Me parece que este niño va a ser francés".
Uno, que es proclive, llega a la Comunidad Autónoma e inocente, se para en la Puerta del Sol y pregunta ¿Dónde está la puerta?.
La madre que era un lince, se quitó la piel y se hizo un abrigo de piel de Nutria Espert.
Aquel Santo varón fue creciendo y se hizo púber, y se le cayeron los dientes de leche, pero desnatada Pascual, claro.
Le cantaban eso de: "La próstata, la próstata que vino de Polonia por ferrocarril".
Tenía la manía de tocar el stradivarius con una pierna si y otra no.
Y no quería dar su brazo a torcer, porque es doloroso.
Un día cogió una indigestión de algarrobas y le entró una diarrea. Intentaron por todos los medios ponerle tapones de botellas de Castelblanch, pero los expulsaba todos, y mató a varios bodegueros de San Sadurní de Noia, y tuvieron que hacerle la autopsia 15 años antes de su muerte.
Y los padres le instaban: "Mira bien hijo, lo que vas a hacer". Y él: "O anacoreta o el trombón de varas". Y no había quien lo apeara del burro, se cayó, se rompió las moléculas y 50 años más tarde murió de sinsabores. ¡Santo varón, santo varón!.
TIPYCOLLORGIA (José Luis Coll y Luis Sánchez Polak)
LA GENTE ÑOÑA
A la gente ñoña hay que desñoñizarla, ora por procedimientos drásticos, ora pro nobis y ora como mujer lo que no has sabido defender como hombre.
A la gente ñoña hay que desñoñizarla, ora por procedimientos drásticos, ora pro nobis y ora como mujer lo que no has sabido defender como hombre.
SE HA IDO UNO DE LOS GRANDES...
Hay obras maestras que lo son por el monumental aburrimiento que provocan.
Luis García Berlanga
Luis García Berlanga
domingo, 14 de noviembre de 2010
AHÍ VA UNA POESÍA DEL MAESTRO GARCÍA MARQUEZ
Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en su tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida armonía.
Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa se desangra el día.
Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía.
Si aún la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.
Gabriel García Márquez
y algo en tu sangre late y no reposa
y en su tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida armonía.
Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa se desangra el día.
Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía.
Si aún la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.
Gabriel García Márquez
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